La finalidad del presente escrito es reflexionar sobre la relevancia de la afectividad para el logro de una educación integral, y de la consideración educativa -teórica y práctica- que ello exige. El desarrollo del pensamiento, la emoción y la acción del alumnado constituyen la base de la educación. Sin embargo, en la práctica normalmente se educa de manera fragmentada, privilegiando los saberes y dejando de lado la dimensión humana de las personas. Es por ello necesario que desde la escuela, como espacio de encuentros humanos, se fortalezcan las relaciones interpersonales y la construcción de identidades, mediante la genuina aceptación del otro y del desarrollo de la conciencia crítica encaminada a la búsqueda de sentido.
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