El objetivo de este trabajo de investigación fue elaborar un modelo empírico de fragilidad en personas mayores que reflejase, de forma específica, la aportación de diversas variables afectivas: eventos vitales, estresores cotidianos, soporte social, autovaloración de salud, percepción de dolor, miedo a las caídas, estrategias de afrontamiento, optimismo, pesimismo, ansiedad y depresión. Se desarrolló un modelo teórico, holístico y sistémico, de fragilidad. A partir del mismo, se elaboró un instrumento de valoración en el que se evaluaron las diferentes áreas que componen la fragilidad a nivel teórico (actividades de la vida diaria, funciones y estructuras corporales, afectividad y contexto). Los resultados obtenidos confirman la naturaleza sistémica y dinámica del constructo fragilidad. Además, aparecen importantes diferencias de género. En concreto, un mayor porcentaje de mujeres mostraron niveles más elevados de fragilidad. Además, las variables predictoras de fragilidad en los modelos empíricos obtenidos fueron diferentes en hombres y mujeres. Así mismo, los análisis realizados pusieron de manifiesto la relevancia de las variables afectivas en relación con el nivel de fragilidad de las personas mayores ya que, además de aparecer importantes asociaciones entre dichas variables y el nivel de fragilidad total, aparecieron asociaciones independientes entre las variables afectivas y el resto de áreas que conforman la fragilidad. Por tanto, la fragilidad aparece como una situación única para cada persona que emerge como consecuencia de la interacción de diversos factores personales y ambientales, entre los que se incluirían, los factores afectivos.
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