Muchas y variadas son las dificultades de realizar una correcta evaluación de los conocimientos y competencias adquiridas por los alumnos universitarios, antes y también ahora con las innovaciones que el Grado nos ha traído, supuestamente. Eso lo sabe bien el docente cuando se enfrenta a la evaluación de las actividades teóricas y prácticas realizadas por los alumnos. La Guía Docente de la asignatura contiene los criterios que se tendrán en cuenta y en ellos se detiene habitualmente el profesor para, en explicación detallada, conseguir que sus alumnos los entiendan y, sobre todo, los interioricen, pues con ello no sólo sabrán a qué atenerse sino que, además, habiendo diseñado el profesor actividades y correlativos criterios de evaluación que supuestamente "entrenan" sus mentes y su aprendizaje en una dirección, debieran contribuir a mejorar los resultados a corto plazo y también a largo plazo (comprensión y retención duradera, saber y no sabérselo). Lo que en ocasiones no resulta tan fácil, aunque los profesores van familiarizándose con ello, es adaptar la percepción que el estudiante tiene de su trabajo, su capacidad de esfuerzo y su convicción de que con niveles ínfimos se puede aprobar la asignatura a los criterios y rigor apropiados en la Universidad.
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