México
El impacto que ha generado la educación no escolarizada a través de la virtualidad para la continuación del aprendizaje durante el aislamiento social por covid-19 invita a reconsiderar las formas y criterios con los que se llevan a cabo las dinámicas, atendiendo a estándares de calidad como los que se establecen en la educación escolarizada (en el aula), fortaleciendo las experiencias de aprendizaje mediante el bienestar humano, partiendo de la premisa de que una formación de calidad “contribuye a alcanzar mayores índices de bienestar” (SIL, 2020, p. 1). Considerando, entonces, que el aprendizaje desde la virtualidad ha sido un apoyo para la educación escolar durante el distanciamiento social, se advierte la necesidad de fortalecer sus factores, para, posteriormente, ser considerado en los planes de prevención hacia futuras contingencias (como un desastre natural u otro), pues la pandemia expuso durante el período de confinamiento “las carencias de nuestro sistema de educación, el cual depende excesivamente del sistema tradicional de enseñanza presencial” y parte de la causa es debido a la desigualdad de acceso tecnológico (SIL, 2020, p. 3). Observando, entonces, que tales problemas de desigualdad (en acceso tecnológico para la formación) y de escases en los servicios (para trabajar desde la virtualidad) impactan directamente en el bienestar estudiantil, y éste a su vez influye en el aprendizaje, por lo cual se requiere incrementar los esfuerzos de trabajo hacia la felicidad y el bienestar que impactan directamente en la formación académica, fomentando capacidades de colaboración en equipo, resolución de problemas y regulación de las emociones.
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