La madurez del ser humano (la mayoría de edad kantiana) requiere no de una postura conservadora o progresista, sino de una narrativa educativa que conecte la escuela con los mundos (el real y el imaginario). Estamos hablando en definitiva de una nueva concepción de lo pedagógico, no solo como teoría, no solo como didaxis, no solo como método; lo pedagógico entendido como discurso, como proyecto, como lugar de generación de una nueva palabra ética y política.
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