La educación superior está sufriendo un largo periodo de transformación y de adaptación debido a las continuas nuevas demandas y necesidades del nuevo alumnado. Comienza a ser evidente que los procesos de enseñanza universitarios deben adaptarse a las nuevas necesidades y características, tanto colectivas, como individuales de los educandos actuales; lo cual supone un gran reto para la formación universitaria. En este aspecto, la función orientadora ofrece una mejora y un papel trascendental en la formación académica del alumnado; siendo dicha acción orientadora una herramienta de mejora de la calidad educativa. De este mismo modo, los Estilos de Aprendizaje representan un instrumento de gran utilidad para las acciones de orientación, ya que permiten conocer algunas de las características individuales más relevantes sobre el alumnado, propiciando así el aumento de la efectividad de las técnicas de orientación.
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