El jardín y la fiesta compartieron, a lo largo del Renacimiento y el Barroco, importantes elementos de coincidencia en sus fuentes de inspiración, empleo de recursos expresivos, pautas de evolución, etc. Ambas realidades fueron, además, creaciones artificiales que recreaban espacios imaginarios repletos de mensajes. A través de las fiestas celebradas en las casas de la nobleza, del empleo del espacio natural como improvisado marco festivo, o de la integración más o menos artificiosa de la naturaleza en el espacio urbano, Ésta se convierte en gran teatro de la Corte, aportando interesantes peculiaridades al modo en que la relación entre fiesta, naturaleza y ciudad se desarrolló en los siglos XVI y XVII.
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