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La monarquía católica y los confines orientales de la cristiandad, relaciones entre la Casa de Austria y los Vasa de Polonia

  • Autores: Miguel Conde Pazos
  • Directores de la Tesis: Manuel Rivero Rodríguez (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad Autónoma de Madrid ( España ) en 2016
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: José Martínez Millán (presid.), Rubén González Cuerva (secret.), María Ángeles Pérez Samper (voc.), Ryszard Skowron (voc.), Pavel Marek (voc.)
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  • Dialnet Métricas: 6 Citas
  • Resumen
    • A principios del siglo XVII, Europa vivía bajo la hegemonía de dos grandes dinastías. En el Oeste, las dos ramas de la Casa de Austria gobernaban un vasto territorio que se extendía de Hungría a Portugal (y, más allá del océano Atlántico, de América a Asia). Mientras, en el Norte de Europa, la República de Polonia se erigía como un poder vasto y dominante, capaz de prevalecer sobre sus enemigos, el reino de Suecia y el Gran Ducado de Moscovia. Ambas dinastías aumentaron su poder durante las décadas de 1610 y 1620, cuando los polacos iniciaron la conquista de Moscovia, mientras los Austria trataban de imponer un orden dinástico en la Europa Occidental. En ambos casos, estos proyectos fracasaron. Más aún, durante los años centrales del siglo ambas familias perdieron el liderazgo político frente a sus enemigos, sufriendo un periodo de pérdidas territoriales durante la segunda mitad del siglo. Esta obra es la historia de las relaciones entre las dos familias durante estos años, centrando su atención en los contactos entre la familia polaca y la rama hispana de la dinastía austriaca. Para ello, nos centraremos en la figura del rey Juan II Casimiro, cuyo gobierno (1648-1668) marcó el declive de la República de Polonia.

      El reinado de Juan Casimiro siempre ha estado asociado a las calamidades. Bajo su gobierno, la República de las Dos Naciones, en el pasado una potencia dinámica en expansión, fue invadida por sus vecinos, primero por los cosacos y los tártaros, después por los moscovitas y, finalmente, por los suecos. Esto tuvo un gran impacto, tanto en términos demográficos como económicos. Más aún, durante su reinado, el sistema político polaco, establecido en Lublin en 1569, se colapsó, quedando la república totalmente expuesta ante estas invasiones. Los intentos del rey de introducir reformas durante la década de 1660, en un esfuerzo para prevenir otras desgracias, no hicieron sino causar nuevos conflictos (en este caso de tipo interno) por lo que el rey finalmente tuvo que abdicar en 1668.

      Su reinado, además, vio un cambio en la política exterior de su familia. Durante la primera mitad del siglo XVII, la Casa de Austria mantuvo estrechos lazos con la corte polaco-lituana. La dinastía Vasa de Polonia compartía intereses políticos y religiosos con las cortes de Madrid y Viena. Bajo el reinado de Segismundo III, el primer Vasa polaco, esta relación estuvo estrechamente vinculada al eje católico formado con la Casa de Austria y el Papado. En 1592, Segismundo se casó con Ana de Austria, un miembro de la rama Estiria de la familia, así como hermana del futuro emperador Fernando II. Tras la muerte de Ana, en 1598, el rey se casó de nuevo, esta vez con su hermana, Constanza de Austria. El hermano de Juan Casimiro, el rey Ladislao IV (1632-1648), hijo de Segismundo III, continuó con esta alianza, casándose en 1637 con Cecilia Renata, otra archiduquesa austriaca. En una Europa dividida por las disputas religiosas, la unión entre la Casa de Austria y los Vasa se convirtió en una premisa del escenario internacional. Sin embargo, Juan Casimiro no vio esta alianza tan beneficiosa. Tras más de treinta años de esperanzas frustradas, y bajo la influencia de su esposa, la reina María Luisa de Nevers, el rey se aproximó a la corte de Paris, entonces gobernada por Luis XIV de Francia. Más aún, el rey eligió a un príncipe francés, el duque de Enghien, como su heredero (Juan Casimiro nunca tuvo hijos), lo que hizo de su sucesión un problema internacional. En consecuencia, los últimos años de su reinado vieron como la República de Polonia se convertía en el escenario del conflicto internacional o, como el marqués de La Fuente dijo: “el teatro de las emulaciones ajenas”.

      La corte española fue en parte responsable de este cambio de orientación. Durante décadas, el poder y riqueza de la rama hispana de la Casa había despertado grandes esperanzas entre los Vasa polacos, quienes habían perdido el trono de Suecia en 1599 y esperaban recuperarlo con ayuda española. Más aún, muchos de los príncipes Vasa esperaron obtener algún oficio o mando al servicio del Rey católico. Para Madrid, una vez fracasada la estrategia Báltica, la importancia de Polonia estaba en sus soldados. El ejército de Flandes estaba formado por fuerzas de diversos países y los polacos no eran una excepción. Desde Madrid o desde Viena (a través de la embajada) los ministros españoles trataron de reclutar soldados polacos. En 1637, los Austria y Ladislao IV firmaron un nuevo tratado, conocido como el “Tratado Familiar”. En él, los Austria se comprometían a promover a los otros miembros de la dinastía Vasa, incluyendo a los hermanos de Ladislao, estableciendo asimismo un pacto sucesorio entre las dos familias. Juan Casimiro fue uno de estos príncipes. En 1638, tras haber servido en los ejércitos de Fernando II en Alemania, viajó a la Península Ibérica, probablemente con la intención de obtener un virreinato. Pero nunca llegó, cayendo preso de los franceses cuando viajaba por el mar Mediterráneo. Su encierro inició una serie de negociaciones en las cuales los españoles trataron de involucrar a su hermano, Ladislao IV, en la guerra contra Francia. Años más tarde, y ya libre, el príncipe trató de ser nombrado cardenal en Roma. Fue entonces cuando, por vez primera, Juan Casimiro mostró ciertas simpatías por la diplomacia francesa, obteniendo el capelo con ayuda del cardenal Mazarino (lo que causo no poco disgusto a los diplomáticos hispanos).

      Lo cierto es que, para entonces, el equilibrio de poder en Europa estaba cambiando a favor de los franceses. Tras décadas de guerras, la Monarquía católica estaba exhausta y recientemente había sufrido las rebeliones de Cataluña y Portugal (a las que pronto habría de añadir las de Nápoles y Sicilia). Esta situación continuó hasta 1655, cuando empezó la Segunda Guerra del Norte (1655-1660). El ataque sueco contra Polonia fue visto como un ataque contra la Casa de Austria en su conjunto. Durante los años siguientes, la corte de Madrid defendió una serie de alianzas con las cortes del norte para contener la expansión sueca. El éxito en esta estrategia llevó incluso a los ministros de Felipe IV a plantear la posibilidad de crear una gran alianza en Europa, capaz de unir los conflictos del Oeste y el Noreste. Al final, esta fue imposible, y en la Paz de los Pirineos se incluyó una cláusula por la que ambos monarcas se comprometían a mediar en la guerra del norte.

      Este trabajo centra su atención en la labor de los diplomáticos que estuvieron a cargo de estas relaciones: el barón de Auchy, el conde de Solre, el marqués de Castel Rodrigo… De todos ellos, podemos distinguir dos para el periodo que estudiamos. Uno fue Alegretto de Allegretti, un agente raguseo que durante estos años se trasladó a las cortes de Varsovia, Constantinopla y Moscú. Él fue el representante de Felipe IV en la elección real de 1648 así como un mediador entre las cortes de Varsovia y Moscú. El otro fue el Marqués de La Fuente, en nuestra opinión, el principal experto en las materias polacas tras la muerte del conde de Solre y la caída en desgracia del barón de Auchy. Él fue quien estuvo a cargo de las relaciones durante las décadas de 1650 y 1660, primero como embajador español en Viena y, posteriormente, como embajador en Paris. Su carrera, por otra parte, representa muy bien el cambio experimentado por la política exterior de la Monarquía Católica durante estas décadas, cuando Francia se convirtió en el principal poder hegemónico de Europa.


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