José Liberto Carratalá Puertas
El estudio de las actitudes de la ciudadanía hacia los sistemas democráticos es actualmente una de las actividades investigadoras más relevantes en las ciencias sociales. El número de democracias en el mundo ha ido en aumento en el último siglo paralelamente al desarrollo económico aunque este fenómeno no ha servido necesariamente para que las sociedades disfruten de un mayor nivel de bienestar. La crisis económica mundial puede haber supuesto una merma considerable en la calidad de las democracias o en la consolidación de aquellas que todavía están por consolidarse (Miguel y Martínez-Dordella, 2014).
Incluso en las democracias consolidadas la ciudadanía tiene una sensación de insatisfacción con su funcionamiento. Los casos de corrupción, la falta de transparencia en la actividad de los representantes públicos o la desigualdad son algunos de los aspectos que han contribuido a esta situación. En este contexto, la actividad investigadora de los científicos sociales se ha centrado en conocer las actitudes y evaluaciones que los ciudadanos y ciudadanas hacen de sus democracias (nivel micro) y en el estudio de las instituciones y estructuras económicas que las definen (nivel macro) según se constata en estudios como los de Gunther, Montero y Torcal en 1997; Klingemann en 1999; Dalton en 1999; Pharr y Putnam en 2000; Norris en 2001; Dalton en 2004; o Montero y Torcal en 2006.
Situándonos en el nivel macro podemos decir que en los últimos quince años los expertos han elaborado distintos índices que han tenido como objetivo medir la calidad democrática en las sociedades comparándola con algún criterio teórico que establece lo que debería ser la democracia (Munck y Verkuillen, 2002). Si atendemos a la perspectiva micro, las investigaciones han atestiguado que entre la ciudadanía existe un consenso, casi universal, que considera a este sistema de gobierno como el más deseable aunque sin llegar a valorar la mayor parte de las veces qué aspectos de la democracia consideran que funcionan bien y cuáles no.
Como decíamos, pocos estudios han sido capaces hasta el momento de establecer conclusiones determinantes sobre qué entienden los ciudadanos y ciudadanas por democracia o cuál es la fuente de su insatisfacción y los que se han realizado están referidos a trabajos específicos en países muy concretos (Lagos, 2005 para Latinoamérica; Miller, 1995, o Whitefield y Evans, 1996, para la ex URSS, entre otros). Según Kriesi, Morlino, Magalhaes, Alonso y Ferrín (2012), redactores del módulo Comprender y evaluar la democracia europea para la 6ª ronda de la Encuesta Social Europea (ESS), la carencia de estudios en esta dirección se ha debido a la falta de herramientas apropiadas para investigar estas cuestiones que han impedido un análisis sistemático de las causas de la insatisfacción de la ciudadanía y su variación entre los países europeos.
Al mismo tiempo, cuando un individuo, en tanto que ciudadano de un estado, evalúa un concepto como la democracia lo hace en el marco cognitivo de la cultura a la que pertenece. De esta forma, los valores son entendidos, como proponía Kluckhohn (1951, 1958), como una concepción explícita o implícita de lo deseable, que influye en la selección de los medios y los fines de la acción de entre aquellos disponibles. Según Inglehart y Welzel (2005), los valores de autoexpresión son una fuerza social que opera en favor de la democracia contribuyendo a su aparición allí donde no la hay y fortaleciéndola donde ya existe.
Otra línea de investigación (Calzada, Gómez-Garrido, Moreno Fernández y Moreno-Fuentes, 2013) se ha propuesto estudiar la relación que existe entre los valores y su manifestación en los distintos regímenes de bienestar existentes en Europa según han sido definidos por Esping-Andersen (1990) y Moreno (2006). Este trabajo constituye un primer intento de comprender cómo los valores influyen en las actitudes de la ciudadanía al evaluar el marco institucional y las políticas públicas de las que disfrutan aunque sin entrar en valorar los componentes que definen sus ‘democracias’.
Por último, las relaciones entre juventud y política también han centrado en numerosas ocasiones el interés de las ciencias sociales. Los primeros enfoques investigadores dibujaron a los jóvenes de manera negativa, sin duda, producto de planteamientos que respondían a una visión adulta de la participación en la política. En estos trabajos se define un perfil de la juventud con escasa voluntad de compromiso con los problemas que le rodean, sin responsabilidades e inmerso en resolver problemas que le afectan como la transición a la edad adulta o la integración en el sistema productivo.
Este marco de acción ha bastado por sí solo para justificar la desafección de los jóvenes de las instituciones y de las prácticas tradicionales de participación social. En el caso español y a la luz de los datos obtenidos, se observa el incremento de la abstención en el voto, el descenso de la militancia en partidos políticos y organizaciones ciudadanas tradicionales, un alejamiento del espacio participativo y un creciente distanciamiento de las instituciones políticas democráticas.
De esta forma, nos encontraríamos ante fenómenos políticos en los que los jóvenes buscarían nuevas formas de participar en la sociedad. Francés y Santacreu (2014), para el caso español, plantean que los jóvenes huyen de posiciones institucionalizadas y la democracia de mayorías con respuestas alternativas que van desde la atención a fuerzas políticas innovadoras o formas de acción política distintas al voto. Los jóvenes, según estos autores, definirían la política de una forma diferente a como lo hacen los adultos (Hill & Louth, 2006). Si bien, como se ha argumentado anteriormente, estos estudios recogen un deseo de los jóvenes por hacer las cosas de una manera diferente en lo relativo a los asuntos políticos, no se ha conseguido comprender qué aspectos de la democracia producen insatisfacción en los jóvenes y, sobre todo, qué es para ellos la democracia.
El marco teórico Según Inglehart (2008) existe una correlación empírica muy fuerte entre los valores de autoexpresión y la democracia efectiva. Los datos indican que el vínculo causal se da principalmente desde los valores de autoexpresión hacia la democracia, y no al contrario. No es necesario que existan instituciones democráticas para que aparezcan dichos valores. Según la evidencia derivada de los estudios del World Values Survey, los años anteriores a la última ola de democratización los valores de autoexpresión habían surgido a través de un proceso de cambio de valores intergeneracional no sólo en las democracias occidentales, sino también en las sociedades autoritarias.
Por su parte, Schwartz establece diez valores esenciales para dar respuestas a los problemas de la condición humana. Dimensiones culturales que reflejan aspectos básicos que las sociedades deben hacer frente para regular la actividad humana (Ros, 2002). Basándose en Kluckhohn, nuestro autor considera que los problemas básicos son:
-adaptar la relación de los humanos con la naturaleza y el mundo social (necesidades de los individuos como organismos biológicos) -hacer posible un comportamiento responsable entre los ciudadanos que tenga como objetivo preservar las sociedades humanas (las necesidades de supervivencia y bienestar de los grupos) ; -considerar la naturaleza de las relaciones entre el individuo y el grupo, y los requisitos para coordinar la interacción social.
Los diez valores encierran los contenidos culturales fundamentales reconocidos en todas las sociedades del mundo recogidas en distintas categorías recogidos en cuestionarios de diferentes culturas y de filosóficas y religiosas discusiones sobre valores. Es posible clasificar los ítems recogidos en cualquiera de estos diez valores: Universalismo, Benevolencia, Autonomía, Estimulación, Hedonismo, Logro, Poder, Seguridad, Conformidad y Tradición que además se pueden agrupar en dominios de valor superior: Abierto al cambio, Autotrascendencia, Autopromoción y Conservación.
Para Leonardo Morlino (2009) la democracia se puede analizar a partir de cuatro dimensiones. La primera dimensión tiene como protagonista al conjunto de los procedimientos establecidos por el sistema de carácter legal u otros acuerdos normativos. En el segundo eje, hace referencia a la parte sustantiva de la democracia, es decir, los derechos de los ciudadanos y ciudadanas. La tercera dimensión está representada por la satisfacción del ciudadano o la ciudadana en el grado de cumplimiento de sus expectativas puestas en la democracia. Esta dimensión refleja, pues, la parte instrumental del sistema y se puede considerar la dimensión "fáctica" de la democracia. El último elemento necesario para el estudio de la democracia es la participación, es decir, el conjunto de comportamientos convencionales o no, legales o en el borde de la legalidad, que permite a colectivos e individuos crear, activar o fortalecer su identidad grupal o para influir en la toma de decisiones de los representantes políticos a fin de mantener o cambiar la asignación de valores existentes.
Conclusiones Según los resultados obtenidos, los valores postmaterialistas cumplen con las expectativas puestas en la investigación aunque de forma parcial. Los dominios de valor Autotrascendencia y Abierto al cambio apuntan a las dimensiones social y liberal respectivamente aunque, en el caso del dominio Autotrascendencia, éste pasa por alto una vinculación esperada con la dimensión participativa, posiblemente porque los cauces participativos convencionales no producen interés alguno en los jóvenes españoles.
En cuanto a los valores materialistas, representados en los dominios de valor Conservación y Autopromoción, también se confirman las hipótesis propuestas pero, al igual que en el caso anterior, de manera parcial. Los resultados para el dominio Autopromoción reflejan una relación directa con la dimensión participativa de la democracia tal y como se esperaba aunque parece ignorar su relación con la dimensión procedimental. Sin embargo, el dominio Conservación no mantiene ningún tipo de vinculación con esta última dimensión con la que, a priori, debería estar orientada.
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