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Evolución del signo gráfico en la cultura mediterránea

  • Autores: Juan Manuel González Calderón
  • Directores de la Tesis: Jaime Gil Arévalo (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Sevilla ( España ) en 1995
  • Idioma: español
  • Número de páginas: 365
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: Idus
  • Resumen
    • Paradójicamente, el arte prehistórico se ofrece al siglo XX como un arte lleno de modernidad. Las formas rotundas de su arquitectura, que han permanecido en virtud de su colosalismo y de su solidez pétrea; la simplicidad y la abstracción de su escultura o el expresionismo de su pintura tienen vigencia hoy por hoy.

      Fue el más dilatado período de la vida del hombre sobre la tierra y una constante superación de dificultades; un contínuo avance hacia nuevas conquistas que no permitirían una mirada hacia atrás, ya que un retorno en este deambular histórico hubiera resultado mortal.

      Tendremos pues ante nosotros, posiblemente, la más lenta evolución del hombre, que no por ello dejaría de ofrecernos riquísimas muestras artísticas comparables a cualquier período de la historia.

      El arte prehistórico ha sido prácticamente ignorado hasta el siglo pasado. Siendo en 1.836 donde un grupo de arqueólogos daneses establecerían la clasificación general de la prehistoria que aún utilizamos hoy en día:

      - Edad de Piedra.

      - Edad de Bronce.

      - Edad del Hierro.

      No obstante, con la aparición del método de análisis del carbono 14, potasio-argón, torio, proactiniotorio, proactinio, uranio, paleotemperaturas, paleomagnetismo, etc�, llamados métodos de la cronología absoluta, a partir de 1.950 se puede intentar ya una visión más fidedigna y más de conjunto de la evolución de la Humanidad, especialmente en nuestro continente.

      La arquitectura sería la más tardía de las artes prehistóricas. No haría su aparición hasta que el hombre, abandonando el árbol y la cueva, aprenda a vivir en chozas y palafitos, primeras viviendas como tales de las que poseemos escasos restos: terramari italianos, o sus equivalentes entre pueblos primitivos actuales.

      Ya entonces el hombre pensó que la casa no era suficiente para albergar a su espíritu y que precisaría un monumento como arquitectura de la mente, y la tumba como arquitectura de la muerte.

      Por toda Europa, y nos imaginamos que con grandes esfuerzos, se hincarían enormes monolitos, de hasta veinte metros de altura, en un intento de perpetuar su memoria invocando ignoradas divinidades y oscuras magias.

      La práctica del culto solar se aprecia en las disposiciones lineales o circulares de estos monolitos, llamados entonces menhires y cromlech, como e Stonehenge.

      La arquitectura mortuoria se ha perpetuado en dólmenes o en simples estructuras porticadas (dos piedras verticales y una horizontal).

      En la escultura, el artista prehistórico invoca las ocultas fuerzas rectoras de la fecundidad (tanto animal como vegetal) y de la caza.

      Las pequeñas �venus� esteatopígicas de Willemdorf, Savignano, Lespugue, Laussel� son como pétreas oraciones íntimas, secretas e inconfesables.

      En cambio en las representaciones animalísticas el realismo sería patente. El hombre prehistórico observará pacientemente el movimiento de los animales y los reproducirá sobre guijarros cuyas formas y volúmenes se asemejarán a los mismos (mamut de Predmost, Moravia), también sobre masas arcillosas (Tuc d�Audoubert, Ariège), en la penumbra (Cap Blanc, Dordogne).

      En la pintura sucederá otro tanto, y mientras en la escuela cantábrica (Altamira, Puente Viesgo, etc.) los frescos reproducen en vivos colores las figuras de los animales cuya caza se trataba de propiciar, en la escuela levantina española (Cogull, Pinateda, Morella) o en la norte africada de Tassili, aparece el hombre sólo en esquema, como en un símbolo matemático fruto de su superior inteligencia y generalmente en tonos monócromos.

      El descubrimiento de los metales y de la cerámica abrirá un amplio campo a las artes utilitarias, limitadas en un principio a los silex del Paleolítico, o a las pulidas piedras, hachas, cuchillos y puntas de flecha del Neolítico.


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