Hoy, la definición más acertada que se puede hacer de la composición social española es la de su multiculturalidad, término con el que se quiere referir a la existencia de grupos de individuos singularizados en función de patrones culturales distintos al nacional que no sólo reclaman el reconocimiento y respeto de sus tradiciones culturales sino que piden a instancias políticas la promulgación de normativa con la que proteger estas manifestaciones.
Esta transformación social puede presentar deficiencias cuando se trata de acompañar a la propia naturaleza dinámica y evolutiva de las culturas que no se detienen por más que se expresen en confines territoriales distintos de aquellos en donde nacieron. Es por ello, que una forma de gestionar esta nueva fenomenología social tenga que acoger un método de síntesis cultural, con el que resaltar que los referentes culturales que se desenvuelven en nuestra sociedad no sólo tienen que ser reconocidos, protegidos, regulados y respetados, sino que deben interaccionar entre ellos y crear modelos culturales genuinos que sin desvirtuar las culturas de donde proceden puedan ser incorporados a la cultura nacional que sale así reforzada y renovada.
Defender actuaciones interculturales con el islam, requiere presentar una serie de propuestas que hagan viable este método de comunicación cultural, con carácter general, éstas pueden responder a los siguientes criterios:
El islam en espacios de libertad social y personal puede emprender una dinámica evolutiva desde la que reivindicar, de una parte, otras lecturas diferentes de aquellas que quieren trasladar al momento actual la práctica social y familiar acontecida en la primera comunidad musulmana; de otra, desautorizar interpretaciones patriarcales sobre las que se ha construido un sistema de tutela permanente que duda de la capacidad de la mujer para conducirse autónomamente.
No se puede dudar de como muchos de los principios éticos del islam no interfieren los valores universales que defienden las sociedades democráticas; actuar de forma humana con todo el género humano, promover la paz y el respeto a la vida, fomentar la solidaridad y la justicia económica, llevar una vida honrada y veraz, defender la igualdad entre el hombre y la mujer y fomentar el intercambio cultural y el conocimiento de otras culturas son valores éticos defendidos por organizaciones islámicas en foros internacionales.
En el islam existen numerosas corrientes interpretativas de las fuentes islámicas y escuelas jurídico-doctrinales que poco servicio pueden prestar a los hombres y mujeres musulmanes que ahora residen entre nosotros, que deben apostar por una hermenéutica abierta y moderada como la que se defiende tanto desde la oficialidad del islam en España como por los imanes que se vienen formando en nuestro país y que son el mejor ejemplo de un islam español sensibilizado con sus leyes, su historia y su cultura.
Un islam que pide respeto y reconocimiento de su propia condición y en donde uno de los factores que más distorsiona una convivencia normalizada son los ultrajes que se hacen a la figura más representativa del islam, la de su Profeta, pero en donde toda reivindicación de esta forma de consideración se canaliza a través del marco jurídico español, desde el que contemplan el mejor modo de regular sus prácticas culturales y desde el que se debe procurar cualquier reparación de agravios.
En nuestra sociedad, la mujer musulmana tiene que convertirse en continuadora de aquellas primeras mujeres que no se encogieron ante la autoridad del varón y que por ello fueron calificadas de rebeldes; apostar por modelos activos de feminidad requiere abominar de aquellas interpretaciones tradicionales y misóginas de las que se justifican la humillación femenina, reclamando para ello una hermenéutica de las fuentes islámicas acorde con la igual dignidad que en la primera fuente se dispensa al hombre y a la mujer.
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