La Catedral de Lugo en los siglos XVII y XVIII sufrió una profunda metamorfosis que le llevó a cambiar su apariencia de forma radical. En esta investigación analizamos de que manera el conglomerado de nombres, vinculados a estas obras, consiguió que un edificio considerado como indecente y ruinoso a comienzos del siglo XVII, llegase a ser incluido en la actualidad en la lista del Patrimonio Mundial por la UNESCO. Obispos como Alonso López Gallo o Manuel Santa María, canónigos como Eugenio Molero, Antonio Cosentino de Tejada y Tomás Ramírez de Arellano o maestros como Francisco de Moure, Domingo de Andrade o Fernando de Casas Novoa unieron sus esfuerzos para lograr que la basílica lucense lograse evolucionar de un modo tan característico y propio, como el que se presenta en esta investigación de un marcado carácter documental.
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