La globalización constituye sin duda una de las características más contundentes de la evolución económica contemporánea. En los países latinoamericanos, la política económica, marcada por una liberalización externa, ha generado un impacto importante a nivel industrial. La baja de los aranceles ha perjudicado a las actividades heredadas del período de la sustitución a las importaciones, mientras en algunos casos nuevas industrias de subcontratación internacional han nacido. Bajo este enfoque, la manera de competir en una economía globalizada, la proporciona el disponer de factores de producción a precios lo más bajos posibles, para un nivel dado de productividad y/o desarrollar capacidades que permitan generar productos de alto valor agregado. De aquí que la competitividad, se defina en términos de la capacidad que tiene una nación, bajo condiciones de libre mercado, de generar riqueza que le permita ofrecer una mejor calidad de vida a sus habitantes y que se promulgue el que dicha capacidad está basada en un mejor desempeño de la productividad a nivel empresarial y en la habilidad de las empresas para ofertar productos que satisfagan las necesidades de los mercados internacionales. De este concepto amplio de competitividad se deriva el compromiso del gobierno de generar unas condiciones básicas de infraestructura (vías de transporte terrestre - marítimo, fluvial y áreo -, comunicaciones, servicios públicos, servicios educativos) y unas estrategias de desarrollo (legislaciones, políticas y normas) que promuevan la competitividad empresarial, así como, el desarrollo de las empresas, de desarrollar la productividad y flexibilidad de sus procesos, de tal forma que puedan generar una oferta de productos y servicios, en términos de calidad y costo, mejor que la de sus competidores. De esta forma, en el ámbito empresarial, se puede decir que una empresa es competitiva cuando ha desarrollado la capacidad para generar s
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