El eje de la filosofía de Levinas está constituido por la cuestión de la trascendencia. Esta aparece articulada como una relación de exterioridad entre finito e infinito, una relación de características precisas que viene determinada sobre todo por su índole temporal. En esta relación se condensa la respuesta levinasiana a la herencia filosófica de la modernidad. Levinas busca una vía para salir de la inmanencia porque considera que la trascendencia cognoscitiva es insuficiente. Según Levinas, la tradición filosófica occidental ha consistido en una destrucción de la trascendencia porque se ha ceñido a los límites del ser entendido como actualidad y presencia ante la conciencia. Esa es la idea de ser aislada en sí misma, sin referencia al infinito. Para superar los límites de la presencia y salir de la inmanencia es preciso poner en relación la idea de ser con la idea de infinito: esa es la idea filosófica de criatura. Sólo así la finitud del ser adquire una consistencia mayor que el estatuto de reflejo en la conciencia. La referencia al infinito se produce en la inmediatez de la perturbación ética dle yo que consiste en un movimiento más cognitivo que el conocimiento: el Deseo que enciende la idea de infinito descubierta en el rostro del otro que se aproxima. Esta versión del yo hacia el otro es el tiempo porque el tiempo introduce la diferencia en el seno del yo de modo que ¿yo soy yo? pasa a ser ¿yo soy para el otro?. Debido a esta versión por la que el yo responde del otro, el yo se identifica como irremplazable y único.
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