Entre 1855 y 1867, se desenvuelve la pugna en la esfera pública entre los liberales, que tratan de mantener su dominio sobre el poder político de la nación, y los conservadores, que tratan de arrebatárselo. Durante esta pugna, el pensamiento católico mexicano se opone al regalismo, juzgándolo opresivo para con la Iglesia, y reivindica la publicidad de la fe en la nación frente a un liberalismo que se entiende a si mismo como salvador de la nación mediante la secularización del Estado. Por una parte, los liberales reformistas querrán una Iglesia estrictamente espiritual, ausente de la vida pública de la sociedad, la cual quedaría reservada únicamente a los individuos y a las realidades estatales. Por otra parte, los principales católicos de entonces querrán una Iglesia libre en el ejercicio de su misión evangelizadora en la sociedad y protegida por un Estado que reconozca al catolicismo como un bien social. Los temas del fuero eclesiástico, de la propiedad de bienes eclesiásticos, de las órdenes religiosas y de la libertad de cultos ofrecerán el campo para la manifestación y desenvolvimiento de este conflicto. Las actitudes políticas de los católicos mexicanos de estos años obedecían en buena medida a la búsqueda continua de una modalidad de inserción de la Iglesia en la nación que garantizase a los mexicanos la posibilidad de informar con su fe católica todas las dimensiones de su vida social en las agitadas condiciones de la época.
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