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Crianza, prosocialidad y relaciones entre los pares en la adolescencia. Factores implicados en los comportamientos antisociales.

  • Autores: Javier Jiménez Martínez
  • Directores de la Tesis: Ana María Tur Porcar (dir. tes.), María Vicenta Mestre Escrivá (codir. tes.)
  • Lectura: En la Universitat de València ( España ) en 2017
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: María Victoria del Barrio Gándara (presid.), Francisco Pérez González (secret.), Ana Estévez Gutiérrez (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Investigación en Psicología por la Universitat de València (Estudi General)
  • Materias:
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: TESEO
  • Resumen
    • La adolescencia es la etapa evolutiva de transición entre la infancia y la edad adulta. Este periodo está acompañado de numerosas transformaciones fisiológicas, cognitivas y sociales, que amplían la capacidad de analizar y comprender procesos más complejos, así como las necesidades de ampliar las relaciones sociales. Desde la perspectiva de la Teoría Social Cognitiva y la Psicología Positiva conviene poner el acento en factores personales que estimulan la adaptación social.

      Con todo, en esta etapa, el adolescente se enfrenta a conflictos personales y sociales, fruto de las nuevas demandas y necesidades (Marina, Rodríguez y Lorente, 2015; Oliva et al., 2010; Viejo y Ortega-Ruiz, 2015). Será conveniente atender a factores de protección personal inhibidores de conductas antisociales. Siguiendo a Bandura (2011), las personas actúan en el ambiente y éste influye en ellas, en un proceso de interacción mutua. Además, la construcción de la persona, como ser activo que procesa información, conduce al principio de las diferencias individuales. Esta investigación tiene el objetivo de analizar las relaciones entre los mecanismos personales, familiares y sociales potenciadores e inhibidores de conductas socialmente adaptadas. Los mecanismos personales contemplan a la empatía, conductas prosociales, autoconcepto, estrategias de afrontamiento al estrés, agresividad -proactiva, reactiva y física y verbal-, inestabilidad emocional y consumo de sustancias. Entre los factores del entorno familiar se tienen en cuenta los estilos de crianza y relaciones paterno-filiales. Por último, los factores del entorno social incluye.: apego a pares, victimización y afiliación a pares rebeldes. En síntesis, se trata de observar el peso de cada una de estas agrupaciones en el desarrollo de las conductas más inadaptadas socialmente (agresividad proactiva y reactiva, victimización y consumo de sustancias). La población muestral está formada por 762 adolescentes, de 12 a 16 años (M=13.66; DT= 1.34). Cursan la Educación Secundaria Obligatoria en centros públicos (48%) y centros privado-concertados por el Gobierno Valenciano (52%). En primer curso se encuentra el 32%, en segundo curso el 28.2%, en tercer curso el 16.3% y el cuarto curso el 23.5%. En relación con su lugar de procedencia, el 81.90% son españoles. El restante 18.10% se distribuyen en países latinoamericanos (13.40%) y, en menor medida, países de la Europa del Este y de la Europa Occidental, Oriente Medio, sudeste asiático y norte de África. La evaluación se ajustó a las normas éticas, contempladas en el Acta de Helsinki (permisos de los centros, consentimiento informado del alumnado y de los padres, carácter voluntario, confidencialidad,..). El proceso de evaluación y la recogida de datos se desarrollaron el curso 2012-2013. Las variables a estudiar han sido personales (conducta y tendencias prosociales, empatía, autoconcepto, agresividad, inestabilidad emocional y consumo de sustancias), variables del entorno familiar (estilos de crianza y relaciones paternofiliales) y factores del entorno social (apego a pares, victimización y afiliación a pares rebeldes). Todas ellas se han obtenido a través de pruebas estandarizadas. En general, los resultados, relativos a la crianza, indican que los chicos, en comparación con las chicas, perciben mayor control psicológico, basado en la culpa y las evaluaciones negativas. Los padres y madres contribuyen de forma diferente a la crianza. Al menos, así es percibido por los propios hijos e hijas (Laible y Carlo, 2004; Tur-Porcar et al., 2012). Las madres tienen mayor poder predictor en las conductas interiorizadas y exteriorizadas de los hijos (Choe et al., 2013; Dwairy et al., 2010; Rodriguez, Del Barrio y Carrasco, 2009). Junto a ello, aparecen fuertes conexiones entre la agresividad de los adolescentes (en las tres modalidades) y la crianza del padre y de la madre. Estas relaciones son positivas con negligencia, control psicológico y permisividad de los padres y negativas con apoyo y comunicación. Además, a medida que van teniendo más edad, los adolescentes perciben menor apoyo y comunicación y mayor permisividad de los padres.

      Se comprueba la importancia de los padres en la crianza, incluso en la adolescencia, aunque sea una etapa en la hijos e hijas buscan más autonomía (Eisenberg y Sulik, 2012; Lansford, Malone, Dodge, Pettit, & Bates, 2010; Laible, McGinley, Carlo, G., Augustine, & Murphy, 2014; Morris et al., 2007).

      En relación con la agresividad y las diferencias entre colectivos, los chicos muestran mayor propensión a la agresividad reactiva, proactiva y física y verbal. La agresividad proactiva es más instrumentalista y premeditada, y persigue controlar el comportamiento de los demás. Mientras que la agresividad reactiva, es impulsiva, marcada por la reacción ante la provocación o amenaza percibida (Cui, Colasante, Malti, Ribeaud, & Eisner, 2016; Dodge y Coie, 1987; Rodríguez, Fernández, & Ramírez, 2009; Xie, Drabick, & Chen, 2011).Con todo, se empieza a hablar de comorbilidad entre ambos tipos de agresividad (Xie et al., 2011; Cui et al., 2016; Pang et al., 2013), porque en la adolescencia la agresividad suele producirse por cuestiones de ajuste concurrente. Se produce un desarrollo dual desde el final de la infancia a la adolescencia temprana (Card & Little, 2006; Cui et al., 2016).

      Por otra parte, con la edad aumenta la agresividad y la afiliación a pares rebeldes (Dishion, Véronneau, y Myers, 2010) y ambas variables están muy relacionadas entre sí. El comportamiento exteriorizante problemático alude a la participación en actividades antisociales, tales como la agresividad y el uso de sustancias para adolescentes (Iacono, Malone y McGue, 2008). Además, como se ha comentado, con la edad los adolescentes perciben menor apoyo y comunicación y mayor permisividad de los padres. Todo ello, nos da un panorama poco halagüeño y ofrece argumentos para pensar que la adolescencia media es una etapa especialmente conflictiva y de riesgo. En cualquier caso, el consumo de sustancias está relacionado con la crianza y, sobre todo, con la agresividad y las relaciones con los pares (apego y afiliación a pares rebeldes). Con todo, en el consumo de sustancias parece tener más peso los factores de socialización, a través de los procesos de selección y de socialización de los adolescentes (Samek et al., 2016), fundamentalmente en la adolescencia media (Monahan, Steinberg, & Cauffman, 2009). En este sentido, podemos concluir sobre las conexiones entre los problemas exteriorizantes y la afiliación a pares rebeldes (Dishon, Véronneau & Myers, 2010; Gardner & Steinberg, 2005) y, con ello, el incremento del riesgo de consumo de sustancias (Negriff y Trickett, 2012). En relación con la victimización de los adolescentes, a la vista de los resultados no parecen haber diferencias significativas entre chicos y chicas. La investigación precedente ha mostrado resultados contradictorios. No obstante, parece que los chicos sufren mayor victimización, aunque estas diferencias tienden a desaparecer cuando las personas están involucradas en varios tipos de victimización (Romano, Bell, & Billette, 2011). Parece ser que las diferencias se producen cuando se analizan diferentes tipos de victimización, los varones eran más propensos a experimentar victimización múltiple (Finkelhor, Ormrod, & Turner, 2007), mientras que las mujeres tienden a sufrir mayor victimización relacional, como hostigamiento y exclusión social (Craig & Pepler, 2003). Por lo que se refiere a las conductas prosociales y la empatía los resultados muestran un patrón diferencial para varones y mujeres adolescentes. Las mujeres obtienen mayores puntuaciones en empatía y conductas prosociales (Dávila et al., 2011; Eisenberg et al., 2006; Mestre et al., 2009), con la excepción de las tendencias prosociales públicas, donde los varones están por encima (Carlo, Knight, McGinley, Zamboanga, & Jarvis, 2010; Carlo et al., 2014). En síntesis, podemos concluir que los pares son fundamentales tanto en el desarrollo de conductas exteriorizantes, como en el inicio y mantenimiento del consumo de sustancias en la adolescencia. Los padres continúan teniendo un papel primordial en el desarrollo de los hijos adolescentes, aunque los hijos soliciten mayor autonomía (Morris et al., 2007). La comunicación fluida paterno-filial, basada en apoyo y calidez continúan siendo factores protectores para el desarrollo equilibrado de los hijos (Leiber et al., 2009; Barnhart et al., 2013; Carlo et al., 2011, Crandall et al., 2015). A la vez, son inhibidoras de conductas exteriorizantes y del consumo de sustancias (Mason, Russo, Chmelka, Herrenkohl, & Herrenkohl, 2017).


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