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La arquitectura a través del lenguaje

Imagen de portada del libro La arquitectura a través del lenguaje

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Índice




  • Índice de contenidos:


    Introducción. La arquitectura a través del lenguaje


    Una mesa desordenada

    Impresiones del número 58 de Lotus

    Giorgio Grassi

    Los colores de las plumas de la cola del pavo real:
    Loos y el uso de la paradoja

    Coderch: tradición y arquitectura urbana

    Tiene la palabra el acusado Fernand Pouillon, arquitecto...

    Derivas, contenedores, tempestades: arquitecturas sin ancla

    La consagración de la primavera: land art y pensamiento salvaje

    Derivas por el Raval

    Construcciones, escritos, propuestas

    Máscaras

    Aeropuertos: de la utopía moderna a la desaparición del espacio

    La complejidad de la esfera: notas sobre Buckminster Fuller

    El ingenuo seductor



    Maurici Pla. Artículos publicados

    Créditos de las ilustraciones


Descripción principal


  • Este libro recopila una selección de los artículos y ensayos sobre arquitectura que Maurici Pla ha venido publicando desde hace casi dos décadas, y que abarcan desde las reflexiones más subjectivas hasta los textos teóricos más estructurados. La selección ha dado prioridad a aquellos textos que se mantienen más vivos por su relación con los problemas arquitectónicos actuales, aquéllos en los que se refleja una concepción de la crítica arquitectónica claramente independiente de las problemáticas proyectuales o de los discursos ideológicos que las acompañan: la escritura y la arquitectura frente a frente, la escritura como práctica creativa que se parangona y mide constantemente con el desarrollo de la arquitectura.

Extracto del libro



  • Texto de la introducción:

    ‘Introducción. La arquitectura a través del lenguaje

    Los primeros artículos de este volumen se escribieron en unos años en que el logos de la arquitectura avanzaba bien separado del logos de la escritura, y se publican en una época, ahora, en que casi toda la escritura sobre arquitectura es penosamente discursiva y operativa. Sabemos que cuando una disciplina entra en un estado de confusión y se ve dominada por la falta generalizada de ideas, todos van en busca de palabras de consuelo o de gratificación que actúen como sustituto del auténtico progreso arquitectónico. Los estudiantes y los arquitectos jóvenes agradecen hoy en las aulas los discursos más aparentemente dilucidadores porque confunden la riqueza y la vitalidad de dichos discursos con la riqueza y la vitalidad de una arquitectura que se apoya gustosamente en la aparente solidez de las verbalizaciones. En las épocas de crisis, las palabras suelen matar la arquitectura. Y la ausencia de una arquitectura viva y realmente autónoma (es decir, desarrollada según su propio logos) queda compensada por los numerosos flujos de palabrerías, unas palabrerías que circulan de un extremo a otro de la cultura arquitectónica como si ellas fuesen la arquitectura misma, como si la ruidosidad que generan fuera el meollo del hecho arquitectónico.

    En las épocas de mayor vitalidad arquitectónica muchos arquitectos han sabido desarrollar una escritura que, en ningún caso, pretende confundirse con el logos arquitectónico. Muchos maestros de la arquitectura han desarrollado escrituras que se despliegan pletóricamente dentro del dominio específico de lo escrito. A principios de la década de 1980, cuando yo mismo empecé a escribir pequeñas prosas sobre temas arquitectónicos, Albert Viaplana publicaba unas memorias de proyectos que rompían por vez primera en Cataluña la discursividad y la operatividad del texto arquitectónico. También en aquellos años profesores como Josep Quetglas, Juan José Lahuerta o Josep Maria Rovira empezaban a desarrollar un logos escrito realmente disciplinar, que demostraba con gran claridad que una cosa es escribir y otra es proyectar, y que es tan absurdo proyectar con palabras como escribir con materiales arquitectónicos. Este nuevo sentido de una clara separación disciplinar coincidía con la recuperación de los escritos de Adolf Loos y con la relectura de algunos grandes teóricos del siglo XX, de modo que el texto arquitectónico era reconsiderado en su autonomía. En la década de 1980 había una cultura arquitectónica en auge y en Cataluña empezaba a tomar empuje una cultura escrita, y a nadie se le hubiera ocurrido confundir la primera con la segunda. Veinte años más tarde, muchos arquitectos jóvenes se enzarzan en lamentables discusiones sobre la posible relación entre los escritos de Aldo Rossi o de Rem Koolhaas y su obra construida. El abismo entre una cultura y otra muestra la diferencia entre una época de gran desarrollo disciplinar y otros tiempos en que nada se sostiene si no lleva detrás un buen dispositivo argumental y operativo.

    Los escritos que se publican en este volumen son el resultado de una profundización disciplinar en el campo de la escritura, tomando algunos episodios arquitectónicos como tema. Este énfasis, u obsesión, sobre los problemas de la escritura me ha ahorrado en todo momento dar a los textos un carácter instrumental e ideológico. En definitiva, también yo me eduqué leyendo a grandes escritores: Adolf Loos, Le Corbusier, Frank Ll. Wright, Louis I. Kahn, Aldo Rossi, Rem Koolhaas. Y nunca me encontré en situación de querer prestar atención, ni siquiera como arquitecto, a sus respectivos logos arquitectónicos. Por ello en la década de 1980 podía leer con el mayor interés los Scritti scelti de Rossi sin que en mi tablero de dibujo apareciera ni un solo atisbo de arquitectura rossiana. Y por esta misma razón empecé a desarrollar en mis primeras clases un logos verbal aprendido en buena parte del fascinante lenguaje oral de Enric Miralles, sin que nunca se me ocurriera tomar ni una sola lección de su logos específicamente arquitectónico. Esta capacidad para distinguir claramente el desarrollo autónomo de la escritura y el desarrollo autónomo de la arquitectura es la que en un momento dado nos permite dejar tranquilamente de proyectar. Y también esta capacidad es la que nos lleva a sumirnos en una profunda tristeza cuando constatamos que algunos arquitectos convierten sus edificios en malas viñetas de unos discursos torpes y empobrecidos, que no se despliegan abiertamente como escrituras y que son manipulados para poder recluirse en ellos, absurdos baluartes ideológicos.

    Cuando un gran maestro de la arquitectura se ha puesto a escribir, las temáticas tratadas por su escritura van siempre más allá del dominio estricto de la arquitectura. Esto ocurre en todos los casos mencionados, y con ello el arquitecto no indaga en la posibilidad de relacionar la arquitectura con dominios más amplios, sino que satisface su anhelo de hablar de otras cosas, más allá de la arquitectura. Así es como Le Corbusier, Rossi y muchos otros se instituyeron un día como escritores de pleno derecho. Y ello también nos permite entender por qué otros arquitectos no han sido proclives a la escritura: si el logos de la arquitectura tiene un desarrollo autónomo, cualquier posible escritura que lo acompañe será innecesaria, estará de más.

    Si podemos escribir sobre cualquier cosa, también podemos escribir sobre arquitectura. Las obsesiones, los temas recurrentes, un posicionamiento o la definición de un punto de vista: todo ello se irá manifestando durante el despliegue de la escritura y sólo entonces. La figura del escritor no diluye la del historiador, la del crítico o la del teórico. Pero la historia, la crítica o la teoría no son parangonables con la arquitectura, mientras que la escritura sí lo es. Cuanto más profunda sea nuestra conciencia del lenguaje, más próximas serán las resonancias que puedan surgir entre un desarrollo pletórico de la arquitectura y un desarrollo cuidadoso y elaborado del ejercicio de la escritura.'

    Copyright del texto: Maurici Pla
    Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL


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