El enunciado Sombra de la sombra apunta a dos lugares dispares: al residuo, a la huella del cuerpo, al lugar donde comienza o acaba cualquier forma de legibilidad corporal, pero también a la noción de crimen perfecto1, donde no quedan restos del criminal, de la víctima ni del móvil. Al crimen perfecto no lo destruye el residuo, las marcas, sino la visibilidad y la verificación. Por tanto, pensar el crimen perfecto es pensar el montaje de una perfección sin criminal y sin móvil, de una perfección de la sombra, donde sólo quedan cuerpos, como la reproducción y la huella permanente del crimen. Comenzamos con esta noción de crimen perfecto porque es desde es a partir del lugar "sombra" desde donde circulan los hilos semánticos tejidos en la novela y porque este desde este espacio de la sombra desde donde se acumulan los cuerpos y el crimen: "¿Se da Ud. cuenta? Somos la sombra de una sombra. Ellos, los confabulados de la casa de la viuda, si es que tal confabulación existe, son una sombra, sin perfiles, sin propósitos claros, por lo menos por lo que nosotros sabemos, y nosotros, siguiéndolos a ratos, erráticamente, como unos niños descarriados que juegan y sufren accidentes, somos la sombra de esa sombra. ¿Se da cuenta?" Este discurso del poeta Fermín Valencia, uno de los cuatro amigos que alrededor de una mesa de juego intentan descifrar el argumento de novela negra en la que azarosamente se ven envueltos, por una parte, consigna la experiencia criminal como un espacio lúdico, y por otra parte, incide en el carácter de borradura y de caleidoscopio de esa criminalidad, de ese "mal" y de ellos mismos como sujetos transitivos. Marca, asimismo, la dialéctica confabulación/transparencia, es decir, lo difuso y lo cambiante, lo que nunca termina de develarse, frente a ellos, juguetes expuestos y visibles. De modo similar, hace explícito el tipo de relaciones que dibuja el texto, marcadas por la afirmación "el otro existe, le he seguido", que implica ejercer el derecho de una persecución fatal: no es ya encontrar al otro, al que quiero liquidar, sino seguirlo; éstas son relaciones en las que no se pone en funcionamiento la interlocución, sino que se asume al otro como sombra, como doble, como imagen. La cuestión a partir de la cual vamos a trabajar es cómo leer Sombra de la sombra. El título la vincula, casi de inmediato, con el policial y con la novela negra: la sombra como enigma a descifrar (que inscribe la connotación barroca de inconsistencia y vacuidad), como el "mal" que se activa, y su transitividad, es decir, el sintagma "de la sombra", como lugar que diseña sujetos inscritos en el espacio marginal de esa sombra, en los bajos fondos y sus cloacas; el sintagma transitivo "de la sombra" es, pues, la marca de la "marginalidad". La remitencia del título coagula al policial y a la novela negra, en tanto, activa la noción de "peligrosidad" foucaltiana, señalando la virtualidad criminal de cualquiera de las sombras. Es importante cómo el título pone en circulación los significados, porque, como veremos, a partir de esta circulación significativa los códigos genéricos que configuran el texto se van a enturbiar. La noción a partir de la cual se construye la novela es la de polimorfismo, que atiende tanto al sujeto que inscribe, como a esa "sombra" indecible y a la ciudad. Concebir una novela del crimen, siendo éste una forma (el puzzle de Georges Perec en La vida instrucciones de uso), una estructura que las diversas piezas reconstruirán o no, tiene como posición de escritura una escritura proteiforme y caleidoscópica
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