Conflicto idiomático, plebiscito y autodeterminación

• Autores: Ramón Darío Molinary
• Localización: Iberoamérica Horizonte Tercer Milenio: Inmigrantes latinoamericanos en Europa / Tomás Calvo Buezas (dir.), 2001
• Idioma: español
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• Resumen

  • Puerto Rico, a pesar de su homogeneidad cultural, ha tenido que afrontar un claro intento de genocidio cultural, desde principios de siglo hasta la actualidad, como consecuencia directa de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana del 1.898, a cuyo fin una vergonzante España nos entregó como "botín de guerra" a los Estados Unidos de América ávidos de un expansionismo colonizador, sin que en la mesa de negociaciones de París se sentara puertorriqueño alguno ni que el Gobierno de Madrid cumpliese el compromiso político contraído por el legislativo español al concederle la Autonomía a nuestro pueblo un año antes, en 1.897. De siempre nuestro pequeño archipiélago ha sufrido el "determinismo geográfico y material". No obstante el trauma colectivo, Puerto Rico sigue siendo un bastión de la cultura hispánica, y es manifiesto que ningún pueblo hispánico ha sido sometido – en su integridad espiritual- a tan duras pruebas como el puertorriqueño. Somos, sin duda, uno de los pocos ejemplos de la Historia Universal en que la voluntad de un pueblo de reducida dimensión y escaso poderío ha logrado superar los designios fríamente calculados de una gran potencia. Ello me induce a hablar de "identidad" y de "conciencia nacional", conceptos envueltos hoy en polémicas como consecuencia del uso que de ellos hacen los nacionalistas a ultranza. Y Puerto Rico, en busca de su imagen, como acertadamente señaló el Profesor Tomás Calvo Buezas en el I Congreso Internacional de Antropología en Extremadura, "se ha visto obligado a confrontar con el cerebro antropológico, generándose un discurso político". Y es que la identidad nacional es un producto social, que se convierte en cultura a través del tiempo y se afianza como verdad de generación en generación. El Catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Granada, Nicolás López Calera, publicó un excelente libro, "El Nacionalismo: ¿Culpable o inocente?" (Editorial Tecnos, 1.995), donde quedó patente que el resurgir de los nacionalismos se explica en parte por la insatisfacción que causan tanto el individualismo liberal, incapaz de aceptar que somos comunitarios, como el colectivismo marxista, empeñado en disolvernos en colectividades. Más allá de uno y de otro, necesitamos las personas cobrar nuestra identidad en comunidades, y una de ellas, mecida en brazos de la tradición y la historia, acuñada por una cultura, tal vez arropada por una etnia o una lengua, es la nación. Solo que aquí empiezan también las dificultades, porque ni la lengua, ni la etnia, ni la historia, son criterios suficientes para determinar qué es una nación. Razón por la cual nos dice López Calera que "no hay un registro de naciones o de identidades nacionales", como no existe tampoco un tribunal de apelación para decidir quién es y hasta donde llega una razón u otra" (pág. 65). El nacionalismo, pues, es un fenómeno complejo que no ayudan a entender ni los nacionalistas radicales ni los universalistas de pacotilla. Los primeros se encargan de desacreditar al nacionalismo con sus acciones violentas, criminales, injustificables a todas luces. Los otros, los que creen que la universalidad se construye arrasando diferencias, se oponen a cualquier nacionalismo y con eso no consiguen sino crispar los ánimos, "agudizar las contradicciones" dice López Calera. Creo que Puerto Rico, en este terreno, ha hecho realidad la afirmación del peruano José Santos Chocano de que "cuanto más es uno de su tierra y de su raza, más universal puede llegar a ser". Al estudiar el caso de Puerto Rico, la socióloga canaria Pilar Cisneros Britto, profesora de la Complutense, señala que "ha existido una trama social con hondas raíces populares y autodidactas que se recrea y se fomenta en la cotidianidad, que se apoya en los vínculos comunitarios". Y añade que "la fuerza de la identidad cultural estaría en la comunidad, pues ella aportaría los elementos que la superestructura de turno oficializa o abandera"; y que "estas formas de concebir la acción social local, lo nuestro, lo próximo, es lo que aporta la consistencia de esa identidad", una identidad antropológica que los puertorriqueños hemos querido elevar a carácter de identidad nacional