La primera Conferencia de Presidentes y Jefes de Gobierno iberoamericanos de la historia se convoca en la ciudad mexicana de Guadalajara en 1991 para presentar el proyecto de la Comunidad Iberoamericana de naciones. Proyecto que desde un principio se ha venido considerando, no solo como una iniciativa española, secundada por todos los países hispano y luso hablantes, si no como una idea vinculada a la Corona y concretamente al Rey de España que ya en 1976, en Cartagena de Indias, hizo un primer esfuerzo de la misma para luego referirse a ella en diversas ocasiones. Un año antes de la primera Cumbre, el Rey, con motivo de un viaje oficial a Chile, manifestaba que de lo que se trataba era:"asumir todo el pasado con sus luces y sombras como requisito previo para construir un futuro que debemos igualmente compartir". El proyecto se concibe por tanto, al ostentar el Rey, según la Constitución española la más alta representación del Estado, "especialmente con las naciones de su comunidad histórica" (art. 56 de la Constitución), como un asunto de Estado lo que a su vez obligaría, en palabras de Celestino del Arenal a que "la proyección iberoamericana se convierta en dimensión esencial de la política española". Si bien la Cumbre de Guadalajara suscitó expectativas, las criticas a estos foros al máximo nivel fueron también numerosas y diversas desde un principio. Se pretendió poner en evidencia, sobre todo desde el otro lado del Atlántico, por un lado, el liderazgo excesivo al proyecto por parte de España, y, por otro, la imposibilidad de hacer compatible su adhesión a la Comunidad europea con la de la Comunidad iberoamericana, si bien el Gobierno español argumento que la doble pertenencia española, lejos de constituir un obstáculo a esta última favorecería su progreso. Asimismo, se tachaba a las Cumbres de retóricas e ineficaces y lo cierto es que abundantes sectores de la opinión pública y de los medios de comunicación, no solo de América Latina si no de la península ibérica mostraban su indiferencia, cuando no su escepticismo ante estos foros que se venían convocando anualmente. En cualquier caso, se observa, en vísperas de la IX Cumbre a celebrar en noviembre de 1999, en La Habana, e independientemente de las circunstancias concretas que convierten esta edición en especialmente problemática, un estancamiento de las Conferencias iberoamericanas que posiblemente se derive de su particular naturaleza y estructura que las distingue de los numerosos organismos de cooperación e integración existentes en América Latina. Así, podrían señalarse como características principales de estos foros las siguientes: constituir "un instrumento de unidad y desarrollo" pero no un mecanismo de integración política ni económica propiamente dicho – al pertenecer los países miembros a sus respectivos mecanismos de integración – si bien se muestran plenamente favorables a la misma
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