Ayuda
Ir al contenido

Dialnet


La política actual de España hacia Cuba: contribución al proceso de transición y democratización

  • Autores: Joaquín Roy
  • Localización: Iberoamérica Horizonte Tercer Milenio: Inmigrantes latinoamericanos en Europa / Tomás Calvo Buezas (dir.), 2001
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • La relación entre España y Cuba puede dividirse fundamentalmente en dos etapas, asimétricas y de perfil contrastivo. La primera (y la más larga) es paradójicamente la que en puridad no se pudiera calificar de relaciones entre dos entidades nacionales, ya que Cuba era parte del imperio español, tanto jurídicamente como en gran manera en lo que se refiere a las actitudes personales de la mayoría de la población. La segunda etapa, ya desde el 98, es en rigor una relación internacional, pero bastante peculiar2. Eligiendo una serie de vocablos que terminan de la misma manera, es posible calificar la primera etapa con, por lo menos, las siguientes expresiones: ocupación, evangelización, colonización, explotación, emigración, importación, fusión, represión, reconcentración y reacción. En todo momento, la relación hispanocubana, a pesar de las tensiones y confrontaciones periódicas, se ha remansado en la normalización (dentro de un orden). Las cuatro primeras expresiones (ocupación, evangelización, colonización, explotación) cuadran, a grosso modo, con las características de la administración imperial y virreinal ejecutada durante los tres primeros siglos de la administración colonial en Cuba que coinciden con los trescientos años largos de vínculo entre España y sus colonias en la mayor parte del continente americano (a excepción de Puerto Rico y Cuba) hasta la derrota de Ayacucho, por elegir una fecha emblemática. Durante esos tres siglos España ocupa y coloniza, aunque limitadamente, unas parcelas del continente. Allí evangeliza y explota simultáneamente a sus legítimos habitantes. Con la emancipación de la mayor parte del imperio, el XIX cubano viene presidido por la continuación de la explotación, pero acompañada de una emigración lenta y tenaz que comienza a diferenciarse de la controlada anteriormente por los reglamentos administrativos. Como resultado cumulativo de la ocupación, la explotación de los indígenas, y la ulterior importación de esclavos (y su propia explotación), se ejecuta (como en otros lugares del continente americano) una fusión de razas, en distintos grados, que dejará una huella indeleble en el tejido social y la demografía de Cuba. Cuando el siglo entra en su crepúsculo y una parte notable de los ya cubanos agotan su lealtad hacia la metrópoli, la relación se torna en represión, cuya culminación es la política de reconcentración (una estrategia que mucho más tarde los norteamericanos perfeccionarían en Vietnam, bajo la rúbrica de "busca y destrucción)" decretada por el general Valeriano Weyler. Se sublima así la reacción más bárbara de la administración española. La rectificación del general Manuel Blanco es tardía y está condenada al fracaso, cuando ya el autonomismo no complace a nadie. Sigue imperando la irracionalidad de la política consistente en sacrificar hasta "el último hombre y la última peseta", frase atribuida a Cánovas del Castillo, antes de ser asesinado por un anarquista italiano con sospechosas conexiones cubanas. La presión y la intervención del Maine en la bahía habanera trueca el conflicto familiar hispanocubano en una disputa entre un imperio naciente y otro decrépito. Entretanto, más de cien mil soldados españoles sobreviven a las luchas y la malaria, evitan la muerte y las mutilaciones, soslayan la repatriación, y resuelven quedarse en Cuba, sin dejar rastro. Es una inmigración sorda y tenaz que tendrá continuidad en la nueva centuria3. Tras el desastre del 98 provocado por la intervención norteamericana bajo la excusa de la explosión y el hundimiento del Maine, el nuevo siglo (y la nueva relación hispanocubana) se inauguraba con una terrible y súbita conmoción4. España se despertaba de un sueño imperial que apenas mantenía sus rescoldos. Bastó un rápido vapuleo militar norteamericano para colocar la situación internacional en su justo punto5. Además de constituir un aviso de lo que sería el siglo de la predominancia norteamericana, el efecto traumático de la derrota obró temporalmente como aquella bofetada que se les da a los que están presos de la histeria para devolverlos a la realidad. Sin embargo, ni la intelectualidad española ni la dirigencia política reconocieron la ayuda de Washington con el usual: "Gracias: lo necesitaba". En su lugar, el 98 generó un soterrado antinorteamericanismo, muy bien apuntalado por el imperialismo ejercido posteriormente. Con respecto a la herida del final de la guerra en Cuba, el nuevo estado de ánimo es certeramente ilustrado por una frase que se enmarcará para siempre en la lengua española: "Más se perdió en Cuba." Por una vez, la España oficial y la real, usualmente divorciadas, se aliaron en el sentimiento de resignación.


Fundación Dialnet

Dialnet Plus

  • Más información sobre Dialnet Plus

Opciones de compartir

Opciones de entorno