Tradicionalmente España ha sido un país emigrante. En el siglo XIX el foco de atracción más importante fue Cuba. A principios del siglo XX el destino escogido fue América del Sur. Los emigrantes se dirigen fundamental mente hacia Argentina, Brasil y Uruguay; es una corriente eminentemente atlántica constituida por gallegos, asturianos y canarios. A principios de los años treinta, el flujo migratorio retomó fuerzas pero pronto se cortó con la guerra civil española (1936 –1939) y durante la Segunda Guerra Mundial (1940-1945). Los españoles que salieron por esos años fueron los exiliados políticos, que recalaban provisionalmente en Francia para después salir hacia América. Los destinos escogidos fueron México, Argentina y Uruguay. Después de la Segunda Guerra Mundial España vuelve a emigrar. En el año 1946 se restablece la ley que promulgaba la salida libre del país, pero el auge emigratorio vendrá en la década del cincuenta. En los años sesenta la decadencia de los estados americanos hizo que la emigración descendiera hasta hacerse nula, a excepción de Venezuela, que tuvo su esplendor en la década del setenta como consecuencia del auge del petróleo. Sin embargo, la situación de España no había mejorado lo suficiente como para que su gente dejara de emigrar. Por ese entonces los emigrantes emprendieron viaje hacia otros países europeos. La importancia que ha tenido la emigración española, se puede constatar a través de un importante contingente de españoles que en la actualidad residen en los países de acogida. En la actualidad hay más de dos millones de españoles que residen en el extranjero. La presencia española en América es de suma relevancia no sólo a nivel cuantitativo sino también cualitativo puesto que ha dejado su impronta en la región de acogida. Cuando se habla de la emigración española se atribuye al pasado, pero ésta no constituye parte de un pasado lejano sino que es un fenómeno que sigue latente en la actualidad
© 2001-2025 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados