La comprensión de la tradición exige la adopción crítica de los nuevos paradigmas tecnológicos derivados de la digitalización y de su mayor producto, Internet, así como el presente ya exige la democratización de las redes que se multiplican. La revolución producida por Gutenberg, en el siglo XV, posibilitó ambas cosas. El hombre renovado del Renacimiento tuvo acceso al conocimiento clásico, hasta entonces privilegio de las bibliotecas escolásticas, inaccesibles. Ese conocimiento controlado sólo era comunicado a través del púlpito religioso. Se hizo accesible. Su uso cambió la faz del mundo.
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