Hay días que sencillamente no son buenos. A veces suceden cosas que nos quitan el aliento y nos roban la tranquilidad. Los ejemplos pueden multiplicarse al infinito en la vida personal: desde los pequeños hechos que sin embargo complican la vida (como olvidar el móvil en la casa o perder las llaves del auto), hasta los grandes hechos que parecen atentar contra nuestro destino (como vivir una infidelidad conyugal o ser despedidos del trabajo). Los que más nos tocan son tal vez las que conciernen a la salud, por la inmediatez vivencial con nuestro cuerpo: desde un simple resfrío que nos impide ir a trabajar, una dolencia persistente de muelas, la fractura de un pie o de una mano hasta una operación de emergencia por apendicitis o el descubrimiento tardío de un tumor maligno. Pero hay otras cosas que adquieren una dimensión transpersonal.
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