Las cooperativas agrarias de comercialización, como agentes comercializadores que operaen origen, tienen que competir con otro tipo de organizaciones en unos mercados caracterizados por una gran presión de la demanda, lo que es consecuencia del alto poder de negociación de los distribuidores, así como por un exceso de oferta en la mayoría de las producciones (Arcas y Hernández, 2008). Esto, unido a las mayores demandas por parte de los consumidores de variedad, conveniencia y calidad, así como a los cambios en el entorno legal, competitivo y tecnológico, hacen que las cooperativas agrarias se enfrenten a nuevos retos que las obligan a afrontar procesos de ajuste y cambio, ya sean de tipo funcional como organizativo (Bijman y Hendriske, 2003).
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