Las dos ideas principales hasta aquí fundamentadas son, por un lado, la muy apreciable capacidad del mercado mundial en español -basada en la demografía y, cada vez más, en el poder de compra-, y, por otro, el estímulo que la lengua y, en concreto, el español, ejerce sobre los flujos económicos internacionales. El corolario de estas dos ideas hay que volcarlo sobre el nuevo escenario de la economía digital, donde un bien de club como la lengua, generador de grandes externalidades de red y, en el caso del español, con un gran número de usuarios de creciente poder adquisitivo, debiera ser capaz de capitalizar esa ventaja competitiva
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