Los profesionales son el capital más significativo y valioso del sistema de servicios de atención a las personas y deben cuidarse para poder cuidar. Tienen que ser conscientes de los efectos que produce trabajar diariamente en situaciones de riesgo psicosocial que los confrontan con ellos mismos, para poder estar atentos y ser proactivos sin instalarse en el malestar. De lo contrario, existe el riesgo de que su malestar se traslade al interior de los equipos y, en última instancia, a las personas atendidas. Los profesionales tienen esperanzas e ilusiones, y es desde este ser sensible que empatizan y pueden atender al otro. Ser conscientes del momento personal y del trabajo pone en valor la subjetividad. Es justamente la conciencia del riesgo y de los límites lo que permite escuchar y aproximarse al otro, y lo que comporta la necesidad de generar recursos protectores.La supervisión es una forma de cuidado de los profesionales. Es un espacio de reflexión y debate sobre la acción profesional, sin funciones de control. El bienestar y el autocuidado profesional mantienen una vinculación con la supervisión en la medida en que ambos necesitan de la formación y del aprendizaje como base para la mejora continua de la actividad profesional.En este capítulo se comparten resultados de investigaciones basadas en la práctica de la supervisión. Se proponen ideas y estrategias que contribuyan a la fundación de una cultura del cuidado hacia las personas que atendemos, hacia los compañeros de trabajo y hacia uno mismo.
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