Fátima Rodríguez González Chaves
La figura del consentimiento tiene una gran aplicación práctica en la vida diaria de cualquier persona. El acto de consentir el tratamiento de nuestros datos personales, la donación de sangre o una intervención quirúrgica son ejemplos en el plano meramente público e institucional del consentimiento. Sin embargo, cuando se trata del consentimiento sexual entramos en un terreno íntimo y personal que sólo trasciende cuando la persona que debe prestar el consentimiento se encuentra imposibilitada de hacerlo por razones fácticas o jurídicas y precisamente por ello se incurre en ilícitos penales que deben ser perseguidos por la jurisdicción penal.
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