La figura del consentimiento tiene una gran aplicación práctica en la vida diaria de cualquier persona. El acto de consentir el tratamiento de nuestros datos personales, la donación de sangre o una intervención quirúrgica son ejemplos en el plano meramente público e institucional del consentimiento. Sin embargo, cuando se trata del consentimiento sexual entramos en un terreno íntimo y personal que sólo trasciende cuando la persona que debe prestar el consentimiento se encuentra imposibilitada de hacerlo por razones fácticas o jurídicas y precisamente por ello se incurre en ilícitos penales que deben ser perseguidos por la jurisdicción penal.
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