Ernesto Pérez Morán, Miguel Ángel Huerta Floriano
El cine popular de la última década de la dictadura franquista alberga una contradicción irresoluble. Por un lado, esas producciones que sólo miraban a la taquilla desde la manida fórmula de la comedieta bufa – llamada impropia y despectivamente españolada y que todavía hoy cosecha notables índices de audiencia en sus distintos pases televisivos – estaban destinadas al mercado interior, mientras que las relativas pretensiones aperturistas del Régimen permitieron en mayor o menor medida, y gracias a la acción de José María García Escudero, a la sazón Director General de Cinematografía y Teatro, que otro tipo de cine de carácter más o menos inconformista obtuviese éxito en los festivales internacionales, siendo exportado y visto allende las fronteras. El problema es que, si bien estos filmes de calidad eran los que transmitían una imagen poco favorable de España – al menos mediante elípticas lecturas simbólicas-, las películas populares que triunfaban en las taquillas nacionales eran aquellas que promocionaban y maquillaban la imagen de España a través de personajes despreocupados, desenlaces conciliadores y la ocultación de las miserias reales, que sin embargo no eran vistas por audiencias extranjeras, sino por un público nacional que tal vez no advertía la construcción idealizada y propagandística de estos filmes. Este artículo (producto de una investigación más amplia en la que se han estudiado hasta 200 largometrajes del periodo) trata de arrojar luz sobre esa clase de cine de consumo muy pocas veces abordado.
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