Nunca imaginé que este artículo provocaría tanta indignación e ira. Lo escribí en 1989 como un intento serio y honesto de hablar de lo que me parecían algunos problemas significativos en la manera en que muchos antropólogos habíamos concebido la experiencia de los campesinos andinos. En esta breve intervención quisiera responder a los comentaristas y ofrecer unas reflexiones finales sobre el debate.
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