El propósito de este artículo es presentar el perfil que previsiblemente puede adoptar la investigación educativa partiendo, por un lado, de las características actuales como campo disciplinar del saber sobre educación y de su función como base para optimizar la política y la practica educativas y, por otro, de las nuevas condiciones establecidas por el Gobierno y el Congreso de Estados Unidos para financiar proyectos de investigación y evaluación en este campo. La exigencia de una investigación y una evaluación de base científica para llegar a resultados cuya validez se apoya en la evidencia empírica y su concreción metodológica como prioridad máxima en el diseño experimental con sujetos aleatoriamente asignados a los grupos, impulsarán el avance científico y la virtualidad práctica del conocimiento pedagógico. El artículo termina con una referencia a la investigación educativa en contextos multidisciplinares.
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