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Resumen de Mujeres y ejército en tiempos de Napoleón

Margarita Cifuentes Cuencas

  • Que el Ejército ha sido una institución tradicionalmente masculina es una cosa cierta y sabida2. Lo que no es tan conocido es que, bien en la retaguardia, bien en primera línea de combate, las mujeres, en tiempos de Napoleón, tuvieron un papel nada desdeñable, que, por no ser conocido, no fue menos importante.

    En el presente trabajo, limitado exclusivamente a la época napoleónica, analizaremos, en primer lugar, el papel de las mujeres que, de forma más o menos institucional, seguían a los ejércitos, prestando un servicio a las tropas: costureras, lavanderas y cantineras3. Con su dedicación y buen hacer, hicieron posible el funcionamiento, en el día a día, de las “cosas de la guerra” y de los ejércitos durante las campañas. Ellas eran las encargadas de la reparación y lavado de la ropa y enseres, de la venta de bebidas alcohólicas, de la preparación de las comidas… Y tuvieron un papel muy importante como soporte moral del soldado, del que eran compañeras y confidentes, constituyendo una fuente de “ánimo permanente”, compartiendo con ellos su misma suerte y los sinsabores e ingratitudes de la vida en campaña.

    La función de la mujer en los ejércitos no solo se limitó a esos papeles.

    En ocasiones, algunas mujeres usurparon la personalidad de varones, y escondidas bajo vestimentas masculinas, se mantuvieron ocultas y alejadas de miradas indiscretas; y de ese modo sirvieron bajo banderas e hicieron de la de soldado su oficio y su forma de vida, y pelearon como uno más de sus compañeros, alcanzando, en algunas ocasiones, incluso reconocimientos y honores.

    Después abordaremos el papel de las esposas, barraganas y concubinas.

    Lo habitual era que la mujer se quedara al cuidado de la casa y de los hijos mientras su marido o compañero se marchaba a la guerra. Triste suerte, pero heroica, la de estas mujeres que optaron por quedarse solas, al frente de casas y haciendas, con el fin de conservar y proteger la familia y el hogar.

    A pesar de estar lejos de los campos de batalla, su vida fue, salvo escasas excepciones, una vida difícil, llena de soledad, penuria y miseria.

    Pero también hubo esposas, barraganas y concubinas que no se quedaron en la retaguardia guardando sus hogares, sino que, ante la marcha de su marido o compañero, optaron por hacer el equipaje, coger a sus hijos, y con sus escasas pertenencias ir tras sus pasos, y seguir a los ejércitos. Su amor y fidelidad hizo que viajaran por toda Europa, cruzando países y fronteras, allá donde la suerte les llevase. Incluso, en tiempos difíciles, cuando sonaban los tambores anunciando batalla o eran hechos prisioneros y conducidos a un depósito de internamiento, allí estaban ellas, siempre al lado del soldado. Mujeres españolas, francesas, inglesas, portuguesas… Mujeres de todos los países y nacionalidades. Pero siempre mujeres extraordinarias, criaturas excepcionales que fueron parte de una raza de féminas singulares, de coraje extraordinario y valor infinito.


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