Diego Galán Casado, María Acosta Benito
La población recluida en las prisiones españolas, se caracteriza por su heterogeneidad, donde en un mismo entorno conviven sujetos con características muy diversas y con necesidades individuales específicas. Uno de estos colectivos son las personas que sufren enfermedad mental. La prisión, no es el entorno más idóneo para su reinserción, ya que la escasez de recursos materiales, humanos y asistenciales no permiten su adecuación eficiente al mundo exterior. Por ello, la educación y la ocupación, se sitúan como el medio a partir del cual conseguir que las carencias existentes en los contextos privados de libertad, deban ser subsanadas tras la excarcelación, a través del desarrollo de capacidades y habilidades que favorezcan la autonomía personal y la integración activa en la sociedad normalizada.
Si el estado no es capaz de ofrecer alternativas a los sujetos a los que ha privado de libertad, debemos ofrecer un modelo de atención basado en la comunidad, más allá de la mera atención médica, un proceso multidireccional que favorezca la socialización y evite la exclusión social doblemente estigmatizado, por su situación de ex recluso y por la presencia de una enfermedad mental.
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