En la actualidad existen factores tecnológicos, culturales, demográficos y económicos que han cambiado las reglas del juego en las organizaciones e instituciones del siglo XXI. Uno de dichos cambios más significativos que pueden señalarse es cómo el acceso masivo a las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) está cambiando nuestra concepción del tiempo y transformando nuestras instituciones y organizaciones. El Nuevo Modelo de Educación Superior trae consigo nuevas metodologías, demandas y retos, donde el uso de las TIC constituye una de las competencias básicas fundamentales. Son muchas las ventajas y aportaciones que el desarrollo de la competencia digital y el tratamiento de la información pueden tener para el mundo de la educación en la actualidad. No obstante, aún en algunos ámbitos del quehacer humano la utilización de las TIC parece generar, cuando menos, controversia y un excesivo grado de suspicacia. La utilización de estos medios puede tener tanto ventajas como inconvenientes (García-Valcárcel, 2007; Sangrá y González, 2004) y de ahí la necesidad de tratar de identificar qué tipo de tecnologías se pueden usar con fines educativos con vistas a las competencias que el alumnado ha de adquirir según el Espacio Europeo de Educación Superior. En dicho contexto universitario en algunos estudios (De Pablos, 2009; Trujillo, 2005) se viene señalando la necesidad de no usar de forma indiscriminada las TIC sin reflexionar sobre la introducción que dichos cambios suponen considerando aspectos como su grado de utilidad y adaptabilidad. En este sentido, uno de los elementos importantes en el proceso de integración de las TIC en la Universidad es conocer precisamente las opiniones y actitudes del alumnado respecto al uso de las TIC en su proceso de aprendizaje (Martínez y Aguaded, 2004).
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