Argentina
El sujeto cognoscente, como el aprendiente, no puede prescindir del horizonte de su mundo de la vida, sólo en relación a ese horizonte puede construir conocimientos que inciden en sus posibilidades de acción, estableciendo a su vez nuevos horizontes. La ilusión objetivista de alcanzar la verdad de conocimientos definitivos no debería ser sostenida por quienes tienen que restablecer las posibilidades de aprender y conocer, como proceso constructivo desplegado por un sujeto que se va constituyendo como una subjetividad creadora de sentido y, por tanto, de las interpretaciones de aquello que se considera, en cada época, la realidad. Para comunicarse y comprender los mensajes (sean por sms, por correo electrónico, por twitter, etc.) se requiere el conocimiento intersubjetivo de las reglas del lenguaje que se emplea, (sea elíptico, trasgresor o de uso corriente). Y se requieren también las condiciones subjetivas de esa construcción de conocimientos, de casos particulares de lo posible, algo que no se reduce a lo individual en ninguna circunstancia. Muchos psicopedagogos reprodujeron el estilo profesional de psicólogos-psicoanalistas (de algún modo la misma propuesta que unificó sus prácticas clínicas, concebidas como psicopedagogía clínica, tal vez así lo inducía, elaborada desde una cátedra de la carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, de la que formaba parte quien suscribe) sin ser totalmente conscientes de ello. Pocos se detuvieron a reflexionar en qué medida estas formas de acción constituían prácticas profesionales elitistas a las que no podrían acceder las mayorías más necesitadas y vulnerables de nuestra región. En general tampoco los psicoanalistas se detienen a pensar que sus desempeños terapéuticos quedan distanciados de las poblaciones más necesitadas y numerosas de nuestra América, procurando reproducir formas de acción acuñadas en Europa en sus consultorios situados en ciudades como Buenos Aires, Córdoba o Rosario. Corresponde diferenciar “el ambiente” o “las condiciones ambientales del contexto” de lo que es “el mundo de la vida”. Nuestro mundo de la vida es constitutivo y constituyente de nuestros rasgos distintivos, aunque algunos quieran renegar de ello. Por esto, necesitamos una psicopedagogía situada en América Latina. Así como existió una pedagogía latinoamericana, como la de Paulo Freire, hoy necesitamos una psicopedagogía latinoamericana que responda a las demandas de una América Latina que, por primera vez en su historia, se está definiendo a sí misma.
The cognoscent subject, as the apprentice, cannot do without the horizon of his life’s world. It is only in relation to such horizon that he can build knowledges that have an effect on his possibilities of action, establishing at the same time new horizons. The objectivist illusion to reach the truth of definite knowledges should not be sustained by those who have to reestablish the possibilities to learn and know, as constructive process displayed by a subject that constitutes himself as subjectivity who creates sense and, therefore, who creates the interpretations of the things considered, in each time, reality. To communicate oneself and understand messages (sms, e-mails, twitter messages, etc), it is required an intersubjective knowledge of the rules of the language that is being used (elliptical, transgressive or common use). Subjective conditions of this knowledge building are also required, of particular cases of the possible, something that is not reduced to the individual at any circumstance. Many psycho-pedagogists have reproduced the professional style of psychologists-psychoanalysts (in some way the same proposal that unified their clinical practices, conceived as clinical psycho-pedagogy, perhaps so encouraged, performed from a chair of the degree of Psychology of the University of Buenos Aires, from which the one subscribing this summary was part) without being totally conscious of it. A few have stopped to think to what extent these ways of action have constituted elitist professional practices to which the most vulnerable and needy people of our region could not have access to. In general, psychoanalysts neither stop to think that their therapeutic performances are away from the most needy and numerous towns of our America, trying to reproduce actions born in Europe in their offices in large cities such as Buenos Aires, Córdoba or Rosario. It is necessary to differentiate “the environment” or “the environmental conditions of the context” from what is “the life’s world”. Our life’s world is constitutive and constituting of our distinct features, though some would like to deny that. This is the reason why we need a psycho-pedagogy situated in Latin America. As there was a Latin American pedagogy, as that of Paulo Freire, we now need a Latin American psycho-pedagogy that fulfills the demands of a Latin America which, for the first time in history, is defining itself.
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