Es un hecho que José María Arguedas es uno de los escritores más importantes de la literatura latinoamericana del siglo XX; sin embargo, la crítica especializada le ha prestado poca o ninguna atención a un factor determinante de su obra: la sexualidad. Este artículo estudia El sexto (1961), antepenúltima novela del gran narrador peruano. Nuestro objetivo es analizar el papel que desempeña la sexualidad, en su modalidad degradada de la violación, en la diégesis de este texto. La hipótesis que asumimos es que dicha manifestación (las violaciones que se producen entre los reclusos del penal) no está presente solo como un elemento que refuerza el efecto de realidad de una novela de tema carcelario, sino que funciona como una estrategia de dominación, control y castigo, que ejerce el poder sobre aquellos individuos que se atreven a enfrentar al sistema capitalista y sus representantes de turno. Esta estrategia busca transformar a estos insurrectos en seres abyectos, despojándolos de cualquier resquicio de humanidad posible. En este sentido, la cárcel no es considerada como un centro de resocialización, más bien se erige en una maquinaria social de degradación y envilecimiento humano.
It is a fact that José María Arguedas is one of the most important writers of Latin American literature of the twentieth century; However, the specialized critic has paid little or no attention to a determining factor in his work: sexuality. This article studies El sexto (1961), the penultimate novel of the great Peruvian narrator. Our objective is to analyze the role that sexuality plays, in its degraded modality of rape, in the diegesis of this text. The hypothesis that we assume is that this manifestation (the violations that occur among the inmates of the prison) is not only present as an element that reinforces the reality effect of a prison-related novel, but works as a strategy of domination, control and punishment, which exercises power over those individuals who dare to face the capitalist system and its representatives on duty. This strategy seeks to transform these insurgents into abject beings, stripping them of any possible chink of humanity. In this sense, the prison is not considered as a center of resocialization, rather it is a social machinery of degradation and human debasement.
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