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Valor educativo del juego en la continuidad del Jardín de infancia/Primaria

  • Autores: Maria Concetta Rizzo
  • Localización: Edunovatic 2019 conference proceedings: 4th Virtual International Conference on Education, Innovation and ICT: 18-19 December, 2019, 2019, ISBN 978-84-09-19568-8, pág. 421
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • El interés por este tema proviene de un curso de formación dirigido al estudio actual de lo aprendido durante un período de capacitación elegido como epílogo de un proceso complejo y articulado que nos ha permitido comprender el mundo de la escuela primaria y el del jardín de infancia. El jardín de infancia cumple con las necesidades del niño: junto a él la escuela primaria, sin embargo, proyecta esa rigidez que se va adquiriendo a medida que crece y deja espacio para el rigor en comparación con la mayor flexibilidad permitida en años anteriores. Con la entrada en la primaria, el estudio de disciplinas individuales si no se contrarresta con el juego, corre el riesgo, en todo o en parte, de convertirse en ejercicio mnemotécnico de la memoria. “Los niños deben ser capaces de jugar y esto significa dar espacio y tiempo al juego simbólico, que tiene un valor educativo” (Bruner, 1992). La variedad de conocimientos y procesos que se ponen en marcha en el juego activan lo que Vygotskij llama “la zona proximal de desarrollo, que es la distancia entre el nivel actual de desarrollo, tal y como puede determinarse a través de la forma en que el niño resuelve los problemas por sí mismo, y el nivel de desarrollo potencial que puede determinarse a través de la forma en que el niño resuelve los problemas cuando es asistido por el adulto o colabora con otros niños más maduros” (Bruner, 1967). Según la teoría piagetiana, solo durante la etapa preoperatoria, y por lo tanto a partir del segundo año de vida, comienza el proceso de representación del conocimiento, que sigue un camino evolutivo que comienza con la observación del comportamiento de los demás, continúa con el procesamiento mental, y termina con la reproducción simultánea y diferida. “Pensar, pues, significa situarse en una continuidad circular que une y conecta abstracciones y concreción, clasificando, eligiendo, ordenando, sellando conceptualmente los objetos de la experiencia y dominando una multiplicidad de datos según un criterio: el aprendizaje es así capaz de organizar la experiencia e insertarla en una estructura” (Savio, 2006).


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