La bomba ecológica ha estallado. El consumidor español, todavía retrasado respecto a sus vecinos europeos, comienza a calibrar la gravedad del estado clínico de la maltratada capa de ozono y sus temores son traducidos por el marketing en slóganes, logotipos o envases que resaltan las propiedades ambientales de los productos. Con el adjetivo ecológico se bautizan pañales biodegradables, aerosoles sin CFC, coches que utilizan gasolina sin plomo, pilas sin mercurio y, por extensión, electrodomésticos que ahorran agua. La lista se amplia ahora con el lanzamiento del primer detergente sin fosfato en España, de la firma Henkel. Por detrás, un gran esfuerzo industrial; por delante, dos detonadores: la publicidad y el marketing.
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