Mariano R. Castellblanque, Libby Whitfield, Patrick Vaughan
El simple acto de abrir la cajetilla de cigarros, buscar el mechero, ponerse el pitillo en la boca, encenderlo, pegar una calada, llenarse los pulmones de humo y volverlo a echar a la cara del vecino (pidiendo, acto seguido, disculpas), se está convirtiendo en algo cada vez en algo más inusual, lo que pone en peligro la rentabilidad de las compañías productoras de tabaco, que se ven atacadas por todos los flancos: Se les prohíbe hacer publicidad, se les obliga a decir que es peligroso y se grava el producto con los más altos impuestos.
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