Son peligrosos. Explosivos. Pura dinamita. Juegan con textos de azúcar e imágenes de miel. Clavan dardos tan emponzoñados de ternura que convierten en mantequilla los corazones más duros de pelar. Son anuncios habitados por padres que no sufren alergia a los biberones ni tienen miedo a pringarse con pañales. Acunados por la estrategia más emotiva de la que hay noticia desde que el mundo es mundo, cantan la nana de una nueva raza de productos: la raza de los bancos, relojes o maquinillas de afeitar que confían sus campañas a un hermoso querubín enroscado en los brazos de su amantísimo papá.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados