Cocinero antes que publicitario y jardinero a la vez que símbolo de la creatividad, David Ogilvy vino a Barcelona, en Talgo, según precisó, desprovisto de su característica pipa ("la dejé hace dos años") y provisto de grandes dosis de lucidez, entusiasmo y sentido del humor. Argumentó sobre la creatividad actual, que en su opinión sólo trata de ser original y no vender; criticó los perniciosos efectos de los premios publicitarios, reafirmó sus amistosas relaciones con el marketing directo, recordó los mejores anuncios que ha escrito y contó su vida de semirretiro en su château francés. El último mohicano de la brillante generación publicitaria de los cincuenta y sesenta fue entrevistado en exclusiva por Campaña.
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