En los últimos años muchos filósofos han vuelto a proponer la práctica de la filosofía como forma de vida a raíz de la influencia de Pierre Hadot y Michel Foucault. Desde esta perspectiva, el filósofo es, en cierto modo, un psicagogo, un guía de almas que gracias a su relación con la verdad puede ejercer de parresiasta, poniendo a prueba la autenticidad de la existencia de quienes entran en contacto con él, tal como hacía Sócrates en la antigua Atenas. Se analiza en este artículo si el tournant ético de Foucault de los años ochenta le llevó a ejercer, él mismo, de parresiasta, o si, de algún modo, sus propuestas éticas permiten articular una relación fructífera entre teoría y práctica, entre arte de vivir y gobierno de los otros.
During the latest years many philosophers have proposed anew the practice of philosophy as a way of life, influenced by Pierre Hadot and Michel Foucault. From this point of view, the philosopher is, in a certain way, a psychagogue, a souls’ guide that can act as parrhesiast thanks to his relation to truth, putting to test the authenticity of existence of those who come into contact with him, in the way Socrates did in ancient Athens. This article analyses if Foucault’s ethical tournant during the eighties led him to act, himself, as a parrhesiast or if, in a sense, his ethical proposals allow assembling a fruitful relationship between theory and practice, between art of living and government of the others.
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