Una entre las tantas paradojas que caracterizan este primer tramo del siglo XXI sería la atinente al escaso conocimiento de la historia que padecemos, a la vez que, la enorme necesidad que se tiene de este saber. El hombre sin historia es un ser humano fragmentado y autolimitado.
Los enormes cambios a los que nos enfrentamos y la aceleración de los mismos transforman el tiempo y el espacio amenazando con una presentización que significaría una forma de atemporalidad historicida. Un hombre distinto en un cronotopo de frontera de culturas deberá luchar por mantener su historia, frente a todo tipo de asechanzas.
El posible fin de la modernidad sigue demandando respuestas que habremos de encontrar en las lecciones del pasado.
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