Una niña de cuatro años dice con resolución: “Este papel tiene una voz escondida”. Tal vez, a nosotros se nos ocurre pedir que arrugue el papel para ver qué sonido hace, pero no estamos a la altura de cómo los niños y niñas escuchan las posibilidades sonoras de los objetos cotidianos. Para esta niña el papel no hace ruido, sino que contiene las contingencias de una voz oculta a la espera de ser oída. Y digo que no estamos a la altura de esta forma de comprender el mundo porque –muchas veces- no somos capaces de empatizar con esa genuina mirada infantil que ve de forma sinestésica.
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