Durante mis peregrinaciones por las carreteras de Alemania me ha ocurrido encontrarme con grupos extraños que no se parecían a otro alguno. Y no estribaba su originalidad precisamente en el calzón corto, las piernas desnudas ni en el morral inverosímilmente pesado que caracterizan a los “wanderers” ordinarios. Como todos los jóvenes berlineses, éstos abandonan la ciudad el sábado por la tarde y regresan en la madrugada del lunes.
Reproducción de la exclusiva publicada originalmente en El Imparcial en su número 23.047, de 20 de abril de 1933.
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