En febrero de 1917, Picasso viajó a Italia para iniciar su colaboración con los Ballets Rusos de Diáguilev, pero antes del regreso definitivo a París vivió unos meses en Barcelona.
El Museo Picasso de Barcelona conserva un conjunto relevante de pinturas de este periodo, íntegramente ejecutadas en la ciudad, en ellas convergen muchas de las conclusiones plásticas de los años del cubismo, pero también reflejan una nueva manera de entender y aplicar la pintura.
En cuanto a su conservación, las obras catalanas de 1917, poseen unas características comunes que les confieren un carácter singular. Todas presentan alteraciones similares que se repiten de manera sistemática y que tienen relación con los materiales empleados y con las condiciones de su exposición. Un estudio realizado en 2016 por el Departamento de Restauración del Museo ha aportado nuevos datos sobre tipología y degradación de estos materiales, así como una aproximación al proceso de trabajo del artista.
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