El fuerte proceso de ajuste experimentado entre población activa y empleo se ha producido carente de directrices estratégicas. Los sistemas productivos industriales alicantinos han desarrollado estrategias directamente influenciados por el mercado y por la necesidad de sobrevivir a una competencia globalizada. La competitividad se ha logrado trasvasando el descenso de los costes de producción a la mano de obra, en un proceso de mayor precariedad en las condiciones laborales: menores salarios, jornadas irregulares, estacionalidad, desregulación contractual, pérdida de calidad del puesto de trabajo, movilidad interna, dispersión territorial, desigualdades por edades y por sexo en la incorporación y exclusión del mercado de trabajo. Se mantiene un abultado mercado secundario de trabajo, que actúa casi como factor estructural, lejos de ser superado como aspecto coyuntural de la crisis.
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