Un lugar no es materia ni forma. Es múltiple, no sólo porque puede ser o devenir, sino también en relación a su duración. Es una dimensión osmótica del espacio que no funciona como manifestación sino como cambio y flujo. Es un territorio en movimiento. Sus continuas traducciones e inscripciones consolidan un valor que es fluido y flotante en la medida en que un lugar no designa una substancia sino que expresa la relación entre fuerzas.
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