Cuando observamos una imagen en la que se representa un espacio, podemos llegar a sumergirnos en él, aceptando los límites de la imagen como mero recorte de esta realidad. Cuando esto ocurre, no sólo percibimos los elementos pre- sentes en la imagen, sino que además estamos aceptando la existencia de un más allá, de un espacio ausente cuya existencia, sin embargo, resulta coherente. Estamos, en definitiva, aceptando la existencia del fuera de campo.
En el presente artículo realizaremos una aproximación al término a la vez que analizamos la concepción del cuadro -o la pantalla- como ventana. Partiendo de esto, defenderemos la existencia del fuera de campo pictórico que, si bien presenta muchas limitaciones, demuestra que el término no es exclusivo del ámbito cinematográfico.
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